La «computación líquida» es un campo de investigación muy interesante. Hubo un tiempo, allá por los años 60, en que los circuitos rellenos de líquido se planteaban como la alternativa (y el futuro) a las válvulas termoiónicas. Sin embargo, los transistores eléctricos ganaron la batalla y la computación líquida pasó a la historia. Hasta ahora.
¿Computación líquida?
Está de vuelta con algunos cambios sustanciales, eso sí. Aquellas válvulas de hace unas décadas desarrollaron toda un hardware alternativo que no estaba basado en circuitos eléctricos. Las computadoras líquidas de las que hablamos hoy son dispositivos electrónicos funcionales blandos y deformables.
El objetivo de Carmel Majidi y James Wissman era usar aleaciones metálicas que fueran líquidas a temperatura ambiente. En un principio, buscaban trabajar en cableados extensibles, pero en sus últimos trabajos se han centrado en desarrollar interruptores eléctricos.
Estos transistores fluídicos pueden abrir y cerrar la conexión entre dos gotas de metal líquido dependiendo de las fluctuaciones del voltaje. En esencia, la inestabilidad del fluido (que permite convertir una gota en dos) dependía del acoplamiento entre el voltaje aplicado y la reacción electroquímica. Para estudiarlo, usaron una aleación de indio y galio que supone una alternativa no tóxica al mercurio y se puede combinar fácilmente en caucho.
Parece un hallazgo mínimo, pero la expectación ha sido muy grande: las aplicaciones de estos desarrollos son muy interesantes. Si seguimos avanzando en esta línea, los materiales se pueden programar para cambiar de forma, cambiar su función o reconfigurarse para eludir el daño en entornos extremos.
Y, lo que es más interesante, esta tecnología es la antesala de la creación de computadoras líquidas en miniatura biocompatibles con el cuerpo humano. Ese es el objetivo último de este grupo de investigación.
Vía | Xataka